domingo, 29 de julio de 2012

Plateada agonía...

Del rostro luminoso que me guía y alumbra
la tímida y dulce sonrisa se escapa,
en tanto la silvia luna argenta sus labios
y torna los dientes en hileras de plata.

Faz de belleza bellamente esculpida.
Rasgos divinos que la noche no borra.
Risa gloriosa que ensombrece a las diosas.
Admiración de un momento en que ya nada importa.

En mí entraste, rápida y aguda.
Inundaste mi ser de una sola mirada.
Bastó un comentario, bastó una sonrisa.
Una palabra, y mi alma se aplaca.

Cuan pesar he que no trova,
plúmbeo, aquel, su antiguo resguardo,
perdido el lugar que habitaba otrora
pesa la espalda del tétrico bardo.

Ora dichoso, ora desdichado
en tanto aprecio tu infinita dulzura.
Mas luego veo aquello que nos separa
y tinto el semblante de eterna amargura.

Cierra la noche, se apaga la luna.
Enmudece la boca y se calla el habla.
Mil sentimientos, mil emociones.
Y no se formula una sola palabra.

El momento se muere, la escena se corta.
Fracasa el poeta a la amada hermosa.
Y de testigo, paciente e impasible
la luna argenta y silenciosa.

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